En el mundo de hoy, hay muchas ideas cruzadas sobre temas como la diversidad, las identidades de género y los derechos humanos. Recientemente, Enrique Rojas compartió sus puntos de vista sobre la llamada «cultura woke», relacionándola con conceptos como el hedonismo o el relativismo moral, y acusándola de destruir a las personas y las familias. ¿Pero qué hay de cierto en esto? Aquí queremos ofrecer una perspectiva más humana y cercana.

Por Luis Fernando Rosales, Coordinador General.

 

1. El hedonismo no es el tema: se trata de derechos y respeto

Rojas menciona que vivimos en una sociedad hedonista, es decir, centrada solo en el placer, y relaciona esta idea con el movimiento por la diversidad. Pero la realidad es distinta. La lucha por la aceptación y el respeto de las personas no tiene nada que ver con buscar placer a toda costa. Lo que las personas quieren no es algo frívolo, sino algo básico: vivir sin miedo, ser respetadas por quienes son, y tener las mismas oportunidades que cualquier otra persona.El término "todo vale" que él menciona, lejos de ser cierto, simplifica un tema profundamente humano: la necesidad de valorar a las personas tal como son, con sus propias historias y experiencias. No se trata de romper normas por placer, sino de establecer nuevas reglas basadas en la dignidad y la justicia.

 

2. ¿Qué es realmente la cultura woke?

En su artículo, Rojas describe la cultura woke como una «ideología peligrosa» originada en movimientos intelectuales del pasado. Pero la verdad es que el corazón de este movimiento no está en libros de filosofía complicados, sino en las vidas reales de personas que han sido discriminadas o ignoradas durante generaciones. Se trata de reconocer que el racismo, el machismo, la homofobia y la transfobia no son cosas del pasado y que debemos hacer algo al respecto.El término «woke» originalmente viene de estar despiertos ante las injusticias. Habla de ser conscientes, de abrir los ojos frente a situaciones que afectan a quienes históricamente han sido oprimidos. ¿Qué hay de peligroso en querer un mundo más justo?

3. Sexo, género y nuestra manera de ver la naturaleza

Un punto central en el discurso de Rojas es que las ideas modernas sobre el género «niegan la naturaleza». Según su argumento, el sexo biológico es algo fijo, una especie de verdad absoluta que no puede ni debe cambiarse. Pero esto ignora lo que ya sabemos: el género no se define solo por la biología. Es una combinación de quiénes somos internamente y cómo nos identificamos en sociedad.Cuando hablamos de género, hablamos de experiencias profundamente personales. Para muchas personas trans, por ejemplo, no es que estén «negando su naturaleza», sino todo lo contrario: están buscando vivir de acuerdo a lo que sienten y saben que son. La naturaleza humana es diversa, y esa diversidad debería ser motivo de orgullo, no de rechazo.

4. La familia no está en peligro: se está transformando

Decir que estos cambios “destruyen a la familia” parte de una visión limitada de lo que significa una familia. Las familias siempre han cambiado con el tiempo, y eso no las hace menos válidas. Hoy en día, hay familias de todo tipo: mamás solteras, papás adoptivos, parejas del mismo sexo, grupos donde lo que importa no es seguir un molde tradicional, sino el amor y el apoyo mutuo.Lo que verdaderamente daña a una familia es el rechazo, la falta de empatía y la incapacidad de aceptar a sus integrantes como son. Reconocer la diversidad fortalece los vínculos familiares al basarlos en la aceptación y no en las apariencias o las expectativas sociales.

5. Ser auténtico no es un capricho

En su análisis, Rojas habla de la disforia de género como si fuera una moda, algo «nuevo» o fruto de un emotivismo sin base. Pero para las personas que viven esta realidad, no hay nada más lejano a la verdad. Sentir que naciste en un cuerpo que no refleja quién eres puede ser una lucha muy dura. Por suerte, hoy entendemos mejor estas vivencias y hemos avanzado en apoyar a quienes lo necesitan.El verdadero problema no es que las personas quieran expresar quiénes son; el problema es la falta de comprensión y el prejuicio. No es justo señalar y etiquetar como «destructivo» lo que para muchas personas es una forma de encontrar paz consigo mismas.

Conclusión: avanzar, no retroceder

Al final del día, lo que llamamos «cultura woke» no busca destruir, sino construir. Busca crear una sociedad donde todas, sin importar su color de piel, identidad de género, orientación sexual o forma de vivir, puedan tener un lugar seguro y ser tratadas con respeto. No tenemos que temer al cambio; lo que deberíamos temer es quedarnos atrapadas en ideas que dividen en lugar de unir. Si entendemos esto con empatía, podemos construir una sociedad donde lo importante no sea juzgar, sino escuchar y acompañar. Porque, lejos de ser un peligro, la diversidad es lo que enriquece a nuestra humanidad.